viernes, 30 de mayo de 2014

De Sombreros e Historias

Me gustan los sombreros, me gusta la gente que los llevan y las historias que cuentan. 

Me gustan si son grandes, si tienen plumas, si cuentan historias, si son finos, si son exagerados. Si ocultan algo, si trasmiten cosas o las esconden. Si son formales, informales, oscuros, claros o bombínes. 

Si susurran cosas al oído, si esconden secretos, si son una distracción, una obsesión. Si solo están para poder quitárselo cuando la situación lo a merita. Si hablan de inseguridades o de pasiones.

Si empequeñecen o si agrandan. Si te hacen parecer más sabio, más ingenuo o más enamorado. Si valen lo que salen, o si salen lo que valen. Si son regalados, prestados, comprados o robados.

Si son eternos, si lo fueron, si lo van a ser.

Stephen Jones Millinery opinaba, allá por 1990 para Vogue, exactamente lo mismo. Porque con un sombrero, una mujer y un collar de perlas plasmó una vida.

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