jueves, 27 de febrero de 2014

Game Over

Game over. Como todos los cuentos de hadas había llegado a su fin. Se había acabado el juego y ella había terminado perdiendo. El problema de jugar a ganar es que uno nunca sabe cuando la suerte deja de estar de tu lado. Miranda se había aprovechado de su buena racha y había hecho uso y abuso de ella; ahora tenía que juntar las migajas de lo que quedaba.

Creyó que podía jugar con él, como había jugado con todos. Lo manipulo para que saltara hasta donde ella quería, para que estuviera esperándola cuando ella lo solicitara y para que la agasajara con todos los regalos que ella creyó merecer. Miranda se había confiado, había creído que él tomaría como palabra santa sus mentiras, y confiaría ciegamente en ella. Ahora pagaba las consecuencias.

No era verdad el pasado que le había contado, ni era verdad que siempre hablaba con sinceridad. Y en estos tiempos donde ya no son los ojos las ventanas del alma, sino los celulares; ella había tenido el desliz de dejárselo a su alcance. Y Marcos tal vez en un minuto de lucidez había decidido revisarlo.

No supo que miró, ni que leyó, solo supo  al ver su expresión que él la había descubierto. Y cuando las mascaras cayeron, cuando no quedo nada más que ella, llegó el arrepentimiento. No importaron los ruegos; las promesas de amor eterno, que alguna vez habían sido falsamente pronunciadas. No importó que implorará ser sometida a un detector de mentiras. Nada importo. Porque cuando las oportunidades se van dando un portazo, raramente vuelven a buscar algo olvidado.

Marcos se fue de su vida, dejándola con un sabor amargo y experimentando por primera vez la sensación de nostalgia. Una vez me comentó que no había nada peor que perder a alguien. Yo diferí. No había nada peor que perder a alguien como consecuencia de tus acciones. 
Ese día, creyó ver la vida de un modo totalmente diferente, sin especulaciones, sin manipulaciones. Por fin se había enfrentado a la realidad y no había querido esquivarla. 

Me habló durante horas sobre todos sus errores, me hablo sobre sus deseos de ser mejor persona, de enamorarse, de no arruinar nunca más una relación, y su monologo fue digno de aplaudir. Miranda tenía carisma, sin duda. Tenía credibilidad.

Es interesante como la gente, luego de un momento crítico, recurre a un cambio tajante en su manera de accionar. La mayoría de las personas, abren los ojos y nunca más quieren volver a sus malos hábitos. Yo creí que sería el caso de Miranda, por eso cuando apareció platinada y con extensiones, me sorprendí un poco. Supongo que las personas no recapacitan cuando quieren, sino cuando pueden.

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